La Tapadera

Lo seleccionaron porque se ajustaba al perfil de lo que buscaban para presentarlo ante un electorado joven que ansiaba nuevas formas, después de casi una década bajo el autoritarismo de un personajillo mediocre y acomplejado que triunfó en lo económico gracias a las inmensas partidas que llegaron de Europa, junto a la bajada de impuestos, al fundamental equilibrio presupuestario, al pacto con los sindicatos y a la manipulación del IPC, para evitar aumentos salariales que bajaran la productividad y lograr por el contrario que fuera una referencia no solo para contener sino para reducir el peso de los salarios y conseguir aumentar la misma.

Frescura, talante y rechazo a participar en el frente de la segunda guerra por el petróleo en Irak, fueron el reclamo que sirvió para enganchar a la juventud que nunca se interesó por las matanzas de Hussein, ni por las torturas de su cruel régimen. Una juventud instalada en el consumismo pero que era fácilmente movilizable ante temas medioambientales y discursos ideales de mundos imaginarios. Renovación fue el reclamo para los que habían sido testigos de la corrupción, el estancamiento y el terrorismo de Estado. Un inmejorable producto listo para vender al electorado cansado de las formas del que se retiraba no sin antes, poner a dedo a su sucesor, otro mediocre insulso que parece que fue designado para echar de menos al anterior, como hacen todos los malvados cuando designan sustituto por vacaciones.

En medio de esta carrera apareció un autoinvitado, Gladio, que jugó sus cartas, y el pueblo votó aterrorizado. Gladio se quedó perplejo.

Pasaron los meses y el talante se diluyó como todos los discursos de propaganda electoral, pasando a la obstinación por revivir los ideales de la segunda república y abonar el terreno para dar paso a la Tercera República.

Si el actor cae por su torpeza, no estará lejos su reemplazo, por la izquierda o por la derecha, para acabar el plan.