Democracia y Mafia

La llamada democracia moderna parece haber perdido el rumbo y se ha consagrado como un Neofeudalismo mafioso con huestes de una actitud sectaria inconfundible que son el sector apoyo militante y con los ignorantes mediatizados que nutren el sector simpatizante. En la Partitocracia, mezcla de secta y mafia con líderes de clanes que se disputan las parcelas de poder político y económico, no cabe el bien común, sino el beneficio a los miembros y partidarios de la secta, beneficio divulgado estratégicamente como de interés común.
En este sistema, las luchas intestinas entre bandas se saldan con el pacto de reconocimiento de territorios y el pago de tributos, cuando no ha sido posible el aniquilamiento del adversario.
Este orden de las cosas subvertido hace que lo inmoral sea algo relativo, justificable, aceptable. Algo necesario para evitar un mal mayor o para conseguir un propósito bondadoso. Así se acepta, que la propaganda sea la información, que el aparato judicial esté al servicio de los intereses del gobierno, que se pacte con insurgentes como acuerdo final entre bandas que solo buscan la paz. La paz de las bandas.
Así, y solamente así, se puede comprender que el político que vende políticas de seguridad sea el mismo que amenaza al tendero con los fontaneros del Estado, que el político honesto sea comisionista, que se hagan leyes a medida, que se trafique sin pudor con la anuencia de la autoridad. Y que la autoridad sea juez y parte en los procesos de fiscalización.
Cuando no hay referentes morales y abunda la mentalidad sectaria, toda atrocidad es posible, y un pueblo que permita esta degeneración es un pueblo que ha perdido el norte.