El Árbitro está Comprado

Esa es la sensación que tiene el ciudadano corriente ante los poderes públicos.
Los elementos de las Instituciones del Estado maquinan para continuar en el sistema y para aprovecharse del mismo.
Este Estado dentro del Estado es una corporación creada con el fin de amamantar, proteger y mantener a millares de enchufados por elementos del Estado y de partidos políticos, que a su vez mantienen a una inmensa clientela exterior.
Este Estado que es un fin en sí mismo y accesoriamente un beneficio a los ciudadanos emplea fórmulas ilícitas para perpetuarse y deshacerse de los ciudadanos molestos y críticos con el sistema.
El aparato está articulado para la autodefensa y no para la defensa de los ciudadanos.
La mentira, el embuste, son los recursos más empleados por los cargos políticos en su exposición de hechos ante el pueblo.
Este atroz proceder reiterativo de engaño resulta ser una rutina del cargo tal y como se han ido conformando los comportamientos de los elementos de la cosa pública que asimismo han ido encubriendo a los mercenarios que les sirven para las tropelías a cambio de dejarles hacer, en una perfecta simbiosis.
Estos inmorales aceptan de buen agrado los sistemas totalitarios y rechazan toda fórmula que pretenda la transparencia, la reducción de la burocracia, el Estado mínimo.
El Estado son ellos para sus intereses y demuestran ser los enemigos de la libertad del ciudadano buscando maneras de limitar los derechos engatusando al electorado con sus sucursales de propaganda en los partidos políticos y con acciones autónomas encubiertas desde las cloacas.
Lo desesperanzador es que el tercer poder que los ciudadanos crearon para corregir los vicios de las Instituciones está viciado.