lunes, octubre 10, 2005

Perspectivas


Desprendía elegancia en sus andares cadenciosos, parecía que depositaba sus largos tacones de aguja sobre la acera en perfecta armonía con los sensuales movimientos de sus caderas que eran el regalo final para el observador sibarita que en un rapto de locura fugaz quedó prendido de tal hermosura, cuando se cruzaron y ella le insinuó una descarada sonrisa. Ella, toda ella le sedujo y fue una invitación a que la mirara. Una mirada que se podía haber iniciado en cualquier parte de ese cuerpo cincelado por los dioses. Su cabello, de mil tonos de miel, devolvía más luz que la que había. La tersura de su piel sin poros y de color pastel emanaba una fragancia deliciosa, intensa y penetrante. Llevaba un vestido del color de las piedras preciosas que estaba dibujado en su cuerpo y que ondeaba rindiéndole homenaje.
Sólo deseaba volver a pasar junto a ella, y dejarse llevar por las sensaciones que ese cuerpo habitado por esa desconocida encantadora le podría proporcionar. Calle abajo la creyó divisar y decidido se fue aproximando, ella salía de una pequeña librería y la acompañaba un joven de largas patillas enfundado en un perfecto traje inglés, cuando ocurrió algo inesperado. Le cogió la mano al joven se puso a correr tirando de él hasta que encontró un portal donde pudiera pasar desapercibida y que sin darse cuenta fue a parar donde había buscado refugio el observador, al ver que ya no cabía en esa historia. Allí, pudo oír como ella le dice al joven: - Me han estado persiguiendo dos mujeres para contarme sus historias, sus pasiones y yo no necesito que me cuenten nada, pero ellas que compraron mis libros se creen con el derecho a devolverme personajes. Y esto me exaspera.-
El observador, sin interrumpir, desapareció del lugar calle abajo, cabizbajo. Decidió pararse en un portal y así lo hizo por un rato. Cuando de repente le sobresaltó la carrera que hacia esa entrada mantenía un señor seguido por dos mujeres. Se detuvieron junto a él y pudo oír: -Usted es el hijo del famoso escritor y queremos decirle que su padre es magnífico.-
A lo cual respondió el apurado señor: - Yo admiro al escritor tanto como usted, pero no lo puedo admirar como padre.-
El observador, decidió proseguir su camino alejado de los portales desconfiando de las intimidades que se revelaban allí, ya que se le abrían cada vez más distintas perspectivas que jugaban con sus sensaciones hasta confundirle.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

El viejo y amargado violín, nunca supo que si lo hubiera tocado un virtuoso, hubiera sido feliz.

lunes, octubre 10, 2005 10:49:00 p. m.  

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Sin perjuicio de lo anterior, se autoriza a publicar i­ntegro, ( prohibiendose expresamente cualquier alteracion y/o modificacion), cualquier articulo aqui­ publicado, obligandose a citar al autor y su procedencia y comunicar al autor el hecho, por e-mail. llapis2004

 

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