La selección año tras año vuelve a caer ante el mismo rival

El Partido

Se dispone a salir al terreno de juego la selección. Todo está preparado para el partido.
Las graderías están al completo. La hinchada entona cánticos de apoyo. Se les nota sobresalientes en vigor.
Esperan mucho de este partido. Además confían en el entrenador.
Ya es la hora y en estos instantes, salen al campo los jugadores de ambas selecciones. El público en pie, enfervorizado. Ovaciona.
Fotos y demás ritos de rigor, dan paso al pitido inicial.
Comienzan a moverse los jugadores por el cesped con destreza. La pelota va y viene. Los contrarios ensayan algunas jugadas preparadas, pero son desarticulados rápidamente.
De pronto, cae el esférico a los pies del jugador con el dorsal 19, éste se apresta a iniciar la jugada de su vida, piensa en su abuela, en su madre, en su padre, en dos mil personas. Se va solo con la pelota, cruza el campo a toda velocidad, piensa en la lluvia de millones, se imagina vestido del Milán. Sigue corriendo por la cancha,... Se ha olvidado de organizar la jugada de equipo con sus compañeros, corre solo y a ninguna parte. Los defensas le persiguen, le bloquean. Pierde la pelota.
El seleccionador abrumado cavila. Hace cábalas, idea una solución contundente.
En su imaginación, comienza a hacer cambios en el equipo. Primero cambia al 19 por el 22, pero decepcionado de ver lo mismo, furibundo quita a toda la delantera y pone en su lugar imaginariamente a unos extranjeros. Sigue el partido y no funciona, la delantera no se entiende con los centrocampistas y los defensas son la orquesta borracha. Decide entonces hacer un cambio radical. Los cambia a todos por extranjeros. El juego sigue, pero raro. Asombrado, piensa un poco y concluye. He cambiado al equipo en su totalidad. He querido cambiar jugadores y lo que he cambiado realmente es la mentalidad.