Memoria y Barreras Sociales

Estratos

Resultaba curioso, le habíamos visto en una minúscula isla de las Antillas como ministro y hoy era un camarero en un bar de Miami.
El avión procedente de España tomaba tierra en el aeropuerto de Buenos Aires y poco después desembarcaba Pepe, un basto fontanero que había decidido, tras haber acumulado una buena cantidad de billetes, comenzar una nueva vida cambiando su ordinario barrio por uno de clase media alta que incluía la consideración de miembro de la clase media alta a todos los efectos, no como hubiera ocurrido si se hubiera comprado un chalet en su lugar de origen, ya que hubiera seguido siendo el fontanero ordinario pero con chalet.
Pepe alquiló una nave y montó una comercializadora e instaladora de maquinaria industrial, le fue bien desde el principio, ya que acostumbrado a trabajar sin mirar el reloj consiguió en poco tiempo una reputación de seriedad y cumplimiento que se tradujo en la consolidación de la empresa.
Pepe ahora era mirado como un industrial de clase alta, los modales toscos eran advertidos como graciosas peculiaridades típicas de los españoles conocidos en el lugar, había matriculado a sus hijas en el colegio elitista y con sus coches impresionantes hacía acto de ostentación en la puerta del colegio y en el club de golf.
Pepe en su viaje había traspasado las barreras de los estratos sociales, sabía que la barrera era la simple memoria de sus vecinos que le ataban a su origen social.
Pepe, no volvió como indiano, Pepe sabía que sería volver para ser admirado por los pobres, como un triunfador de entre los pobres pero nunca aceptado entre los de alcurnia y abolengo.
Así, Pepe vivió feliz como un aplicado cursi esnob rodeado de admiradores en un ambiente cursi esnob y decadente.